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David y Saúl - Una respuesta bíblica al acoso escolar

El acoso afecta a casi todas las familias en algún momento, trayendo confusión, dolor y preguntas difíciles. Las Escrituras ofrecen verdadera esperanza y guía, llamándonos a responder con valentía, compasión y fe inquebrantable.

El acoso escolar es una preocupación universal para los padres. Un estudio de 2022 realizado por el Centro Nacional de Estadísticas Educativas (NCES) señala que 1 de cada 5 niños afirma haber sido víctima de acoso escolar, mientras que el 100% de los estudiantes encuestados afirma haber sufrido o presenciado actos de acoso.

Cuando nuestro hijo estaba en cuarto grado, nos dimos cuenta de que se estaba mostrando resentido y agresivo. Había ira en su corazón. Cuando le preguntamos por el motivo del cambio, dijo que otro niño había sido malintencionado con él y le había pegado con el puño. Siempre le hemos enseñado a evitar la violencia porque no es el camino de Jesús, así que no sabíamos qué hacer. Necesitábamos una respuesta en dos direcciones: ¿Qué debíamos hacer como adultos, y cómo debíamos usar esta situación para enseñar a nuestros hijos y ayudarlos a convertirse en la mejor versión de sí mismos?

En los Estados Unidos, los 50 estados cuentan con leyes o políticas contra el abuso escolar que obligan a los centros escolares a actuar en caso de recibir una denuncia. Si el acoso está basado en la raza, el sexo, la religión, la nacionalidad o la discapacidad, puede constituir una violación de los derechos civiles en virtud de la legislación federal (por ejemplo, Título VI, Título IX, Sección 504).

Como padres, mi esposa y yo queríamos entender la política de nuestro distrito escolar sobre la intimidación y el acoso. Esta información nos permitió iniciar una conversación basada en la política de acoso de la escuela con el profesor y el consejero escolar.

Descubrimos la importancia de documentar y compartir con la escuela los detalles, como el quién, el qué, el cuándo y el dónde de cada incidente de acoso, y aprendimos a llevar un registro en papel con todos los detalles que pudiéramos recopilar de nuestros hijos. Al hacerlo, la escuela de nuestro hijo se mostró cooperativa.

Sin embargo, la agresión continuó. Esta vez, el acosador esperaba hasta la hora de salida, en el aula, cuando mi hijo estaba ocupado guardando su material escolar en la mochila y la maestra no estaba mirando.

Como padres cristianos, a menudo es difícil abordar el tema del acoso escolar desde un punto de vista bíblico, especialmente cuando el que recibe el daño es nuestro propio hijo.

Es fácil transmitir el consejo cultural para estas situaciones: «Cierra el puño y pégales fuerte entre la nariz y los ojos». Pero, ¿es ese realmente el consejo que queremos dar? ¿Es esa la puerta que realmente queremos abrir? ¿Formaría el testimonio que quiere Jesús en nuestro hijo?

Los padres hemos sido diseñados por Dios para ser protectores de sus hijos y a menudo nos sentimos impotentes cuando no podemos proteger a nuestros hijos de los abusadores. Mantuvimos nuestra conversación con la escuela, pero sabíamos que nuestro hijo necesitaba algo más que una intervención escolar para superar esta tendencia.

El tema del maltrato se aborda tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento, lo que ofrece a los padres excelentes ejemplos de respuestas al abuso que se ajustan a las enseñanzas de las Escrituras.

Un ejemplo notable, que se encuentra en el libro de 1 Samuel del Antiguo Testamento, es entre David y Saúl. ¿Podemos encontrar un modelo en la respuesta de David al maltrato de Saúl? ¿Qué puede enseñarnos el respeto de David por un rey odioso sobre cómo vivir el mandamiento de Jesús: «amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen» (Mateo 5:44, NBLA)?

La historia de David y Saúl (1 Samuel 18–24, 26)

David, que había sido ungido por Samuel para ser rey de Israel en lugar de Saúl, sufrió vejaciones, amenazas y malos tratos, pero respondió con el respeto, la amabilidad y la integridad de un creyente lleno del Espíritu. A lo largo de su sufrimiento, Dios permaneció con David y lo fortaleció en cada paso del camino. La relación de David con Dios seguramente le ayudó a superar las amenazas de violencia del rey Saúl. Con el tiempo, se convirtió en uno de los reyes más conocidos de Israel.

Cuando David era solo un adolescente, derrotó al gigante Goliat, ganando popularidad entre las tribus de Israel. David fue puesto al servicio de Saúl por su valor, talento y habilidades (1 Samuel 16:21). Al principio, Saúl recibió el poder del Espíritu (1 Samuel 10:6), acogió e incluso amó mucho a David y lo acercó a él. Entonces el rey de Israel, Saúl, desobedeció las órdenes de Dios (1 Samuel 15) y el Espíritu de Dios se apartó de él (1 Samuel 16:14). Al mismo tiempo, David fue ungido (1 Samuel 16:13) y comenzó a tener éxito en las batallas, atrayendo el reconocimiento público (1 Samuel 18:7). «Desde ese momento Saúl se puso celoso con David» (1 Samuel 18:9, NBV).

Sin embargo, a pesar de todo, David se comportó de una manera digna del llamado que sabía que Dios había puesto en su vida. De hecho, en 1 Samuel 24, vemos que David tiene la oportunidad de matar al rey Saúl pero, en lugar de eso, elige reprochar sus acciones mientras ejerce misericordia: «Que el SEÑOR juzgue entre nosotros. Tal vez el SEÑOR lo castigue por lo que intenta hacer, pero yo nunca le haré daño. Como dice el antiguo proverbio: “De la gente malvada, provienen las malas acciones”. Así que puede estar seguro de que nunca le haré daño» (1 Samuel 24:12, 13, NTV).

La respuesta de David al hostigamiento de Saúl fue una de gracia, respeto a la autoridad, confianza en Dios y perdón.

En el ejercicio de la gracia, David no tomó represalias ni buscó venganza. En cambio, prefiguró las palabras de Jesús que nos enseñan a amar a nuestros enemigos y a hacer el bien a quienes nos odian (Lucas 6:27). Por respeto a la posición del rey, David se enfrentó a Saúl con honor y humildad en presencia de los demás. Le dijo: «¿Por qué le hace caso a la gente que dice que quiero hacerle daño?» (1 Samuel 24:9, NTV). Por su confianza en Dios, David se apoyó en el SEÑOR para buscar justicia. Le dice a Saúl en 1 Samuel 24:12: «Que el Señor juzgue entre nosotros. Tal vez el Señor lo castigue por lo que intenta hacer, pero yo nunca le haré daño» (NTV). Finalmente, David perdonó la vida de Saúl una segunda vez, modelando la repetición necesaria para el perdón, tal como la describió Jesús: «No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete» (Mateo 18:22, NVI).

Jesús y el acoso escolar

Como padres, decidimos mirar a Jesús, nuestro máximo ejemplo, para que nos guiara a la hora de responder y criar a nuestro hijo durante sus episodios de acoso y maltrato. Durante el tiempo en que nuestro hijo fue acosado, nos comprometimos a orar por el abusador todas las noches y a recordar continuamente a nuestro hijo los siguientes principios:

  1. Jesús sabe exactamente cómo te sientes. Él también sufrió abusos, pero se mantuvo fuerte e hizo lo correcto. «Todos lo despreciaron y lo rechazaron. Fue un hombre marcado por el dolor y habituado al más amargo sufrimiento. Todos evitábamos mirarlo, lo ignorábamos y lo considerábamos como harapo pisoteado en el camino» (Isaías 53:3, NBV).
  2. Cuando alguien es malo contigo, Jesús quiere que seas amable y ores por esa persona. Dios puede cambiar un corazón. Ora ahora y dale a Dios un poco de tiempo para que obre. Aunque sigan siendo duros de corazón, sigue orando todos los días hasta que el corazón de [nombre del abusador] o la situación cambie. «Pero Yo les digo: amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen» (Mateo 5:44, NBLA).
  3. Si alguien se porta mal contigo continuamente, está bien que te vayas y hables con un adulto sobre ello. Decirle a un adulto de confianza lo que el abusador dijo o hizo, recordando que, a pesar de sus acciones, esa persona fue hecha a imagen de Dios, puede ayudar a detener a un abusador. Al alejarte y contar lo que ha pasado a un adulto de confianza, estás siguiendo el ejemplo de Jesús. «Si alguno no los recibe bien ni escucha sus palabras, salgan […] y sacúdanse el polvo de los pies» (Mateo 10:14, NVI).
  4. Aunque sea difícil, Jesús está contigo, y Él es más fuerte que cualquier abusador. «Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo» (Juan 16:33, NVI).
  5. Dios te conoce perfectamente y se preocupa por cada una de tus lágrimas. Eres amado y valorado. «¿Cuánto cuestan cinco gorriones: dos monedas de cobre? Sin embargo, Dios no se olvida de ninguno de ellos. Y, en cuanto a ustedes, cada cabello de su cabeza está contado. Así que no tengan miedo; para Dios ustedes son más valiosos que toda una bandada de gorriones». (Lucas 12:6,7, NTV).
  6. Elige siempre el perdón. Cuando perdonas, eres libre para seguir adelante y volver a estar alegre. Jesús te ayuda a hacerlo, y nosotros también te ayudaremos siempre. «Pero a ustedes los que oyen, les digo: amen a sus enemigos; hagan bien a los que los aborrecen; bendigan a los que los maldicen; oren por los que los insultan» (Lucas 6:27,28, NBLA).

Empezamos a practicar estos principios, orando cada noche por el abusador. La situación se prolongó durante semanas. Estamos orgullosos de nuestro hijo porque comprendió la importancia de las respuestas no violentas, fue capaz de reunir el valor para acercarse al abusador y le dijo: «No tenemos que ser enemigos, podemos ser amistosos entre nosotros».

Nuestro hijo siguió denunciando cada incidente, no se quedó callado, pero mantuvo el respeto y dijo la verdad.

Una mañana, mientras nuestro hijo se preparaba para ir a la escuela, me sentí guiado a orar las Escrituras con él. Busqué la Biblia infantil de mi hijo. Contenía un índice de las Escrituras, así que fuimos a un par de versículos relacionados con la violencia. Entonces oramos juntos: las Escrituras sobre mi hijo y las Escrituras sobre el abusador. Lo

 

bendijimos y le pedimos a Dios que lo ayudara a ser feliz. Ese día, cuando recogí a mi hijo de la escuela, me dijo: «¡Papá, Dios respondió a mi oración! Ese niño vino y dijo que lo sentía, que lo que hizo estuvo mal y que no lo volverá a hacer».

Ese era el tipo de intervención que necesitábamos.

 

Referencias y recursos

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