Alguna vez has hecho una compra que no era exactamente una necesidad o algo planeado, sino solo algo divertido que te llamó la atención. Puede que fuera un par de zapatos a la moda o un aparato nuevo. Esta compra inesperada puede haber levantado tu ánimo y mejorado tu día. A veces, el resultado de estos sentimientos positivos puede dictar nuestros hábitos de gasto.
¿Alguna vez compraste algo que no era exactamente una necesidad o algo planeado, sino solo algo divertido que te llamó la atención? Puede que fuera un par de zapatos a la moda o un aparato nuevo. Esta compra inesperada puede haber levantado tu ánimo y mejorado tu día. A veces, el resultado de estos sentimientos positivos puede dictar nuestros hábitos de gasto.
Una de las últimas tendencias financieras entre la Generación Z es el gasto emocional: el hábito de utilizar el dinero para hacer frente a los altibajos de la vida. Este tipo de gasto puede combatir los sentimientos de tristeza y soledad o, todo lo contrario, para celebrar.
De acuerdo a Credit Karma, el 58% de los miembros de la Generación Z se consideran gastadores emocionales, frente al 52% de los millennials y sólo el 19% de los mayores de 59 años. El estudio también reveló que, en el plazo de unos meses, más de la mitad de los estadounidenses habían contraído alguna deuda debido a gastos emocionales. Esta cifra corresponde al 67% de la generación Z, seguida de cerca por los millennials, con un 66%.
La responsabilidad financiera es crucial para los jóvenes adultos, no sólo para su calidad de vida, sino también para su desarrollo espiritual y su estilo de vida como seguidores de Cristo. Es importante que ayudemos a la generación venidera a comprender la gravedad de la gestión del dinero, los peligros de las deudas y cómo manejarlo todo como cristianos.
A continuación se exponen tres temas que debemos tratar con los jóvenes adultos cuando se trata de gastos emocionales.
Evitar y combatir las deudas
Vivimos en un mundo en el que la deuda está cada vez más normalizada y se acumula rápidamente. Al pasar por caja, nos piden que abramos nuevas tarjetas de crédito para «ahorrar dinero» o que hagamos las compras a plazos. Esto anima a gastar más, incluso cuando no hay fondos que lo respalden, y facilita mucho las compras emocionales.
Siempre que sea posible, hay que evitar endeudarse. Por supuesto, hay casos en los que emplear algún tipo de préstamo puede ser un paso necesario hacia un objetivo, como la consecución de una educación superior o la compra de una casa. Sin embargo, en estas situaciones, es fundamental recalcar a los jóvenes adultos la importancia de mantenerse vigilantes en el mantenimiento y conservación de esos préstamos, además del objetivo del reembolso.
El Salmo 37:21 dice, «El impío toma prestado y no paga; pero el justo tiene misericordia y da» (RVR1995). La Biblia dice claramente que cuando se pide algo prestado, hay que devolverlo íntegramente.
Un consejo que podría ayudar a los adultos jóvenes a contrarrestar el gasto emocional y la acumulación de deudas es seguir este proceso: Cuando sienta el impulso de comprar algo que no sea una necesidad básica, escribir el artículo en una nota adhesiva y pegarla en la nevera durante un mes. Si el deseo persiste después de que haya pasado el tiempo, puede hacer la compra con confianza sabiendo que no nació de un deseo emocional.
Repercusión en el bienestar espiritual
El gasto emocional corre el riesgo de afectar a la vida espiritual y a la relación con Cristo. Si los jóvenes adultos dependen de las compras al por menor como fuente de gozo o forma de consuelo en momentos difíciles, formarán dependencias malsanas.
Cuando nos sentimos deprimidos o buscamos la verdadera felicidad, deberíamos mirar a Cristo. Tratar de encontrar la plenitud en los bienes materiales nunca nos satisfará y sólo nos dejará con ganas de más.
Los jóvenes adultos pueden dejarse inspirar por el Salmo 62:1, 2, que dice: «En Dios solamente descansa mi alma; de él viene mi salvación. Solamente él es mi roca y mi salvación; es mi refugio, no resbalaré mucho» (RVR1995).
Como cristianos, nuestras prioridades no deberían centrarse principalmente en las posesiones. Puede llegar a ser peligroso cuando los pensamientos comienzan a centrarse en la riqueza material, dejando a Cristo de lado como una idea relegada.
Anima a los jóvenes a dedicar tiempo a la oración la próxima vez que sientan la tentación de gastar emocionalmente. Si se toman el tiempo de buscar a Dios primero y volver a centrar sus pensamientos, esos impulsos pueden mitigarse.
Construir un futuro seguro
Puede ser fácil para los adultos jóvenes centrarse en el presente, dejando que los pensamientos deliberados para el futuro se desvanezcan detrás de lo que afrontan actualmente. Es posible que un joven no comprenda del todo que las decisiones financieras que tome ahora no sólo afectarán a su propio futuro, sino que repercutirán en el sustento de su familia potencial.
Si un joven adulto ha sido bendecido con la oportunidad de ganarse la vida, es casi una señal de falta de respeto usar lo que ha ganado de una manera apresurada e impulsada por las emociones. Deberíamos mostrar a la próxima generación cómo honrar adecuadamente a Cristo a través de la administración financiera, comenzando por establecer y acumular ahorros.
Los adultos jóvenes pueden asumir que no son financieramente capaces de iniciar un plan de ahorro, ya que pueden saltar directamente al pensamiento de la cantidad en lugar de la calidad. Es esencial que entiendan que cuando se trata de actividades como ahorrar, Cristo no tiene expectativas pretenciosas. Es perfectamente aceptable empezar por algo pequeño.
Proverbios 13:11 aconseja, «Las riquezas de vanidad disminuyen; el que recoge con mano laboriosa las aumenta» (RVR1995).
Es importante que ayudemos a la generación Z a comprender plenamente estos conceptos a medida que entran en la edad adulta. Si pueden evitar hábitos como el gasto emocional y empiezan a inculcar principios y prácticas sensatos en sus vidas desde el principio, estarán preparados para un crecimiento y un éxito aún mayores en el futuro.
Al ser responsables financieramente y, en última instancia, buenos administradores, los jóvenes estarán preparados para vivir la vida a la que Cristo les ha llamado, sirviéndole mejor y demostrando a los demás cómo hacer lo mismo.